Entre culturasUna porteña recorriendo la Feria semanal de la plaza de San Telmo, yendo de un puestito al otro que la rodean, con un tanguito de fondo para ambientar, mientras unos bailarines expertos en el centro del lugar nos invitan a disfrutar de sus danzas desde las mesitas tomando un café o bien a participar, dejándonos llevar por la música tan bien personificada por nuestro Gardel. El ambiente en general es de camaradería entre vendedores/artesanos, quienes te incitan a tocar sus productos, a que conozcas más de ellos, cómo fueron hechos, de dónde vienen. Se mezclan artesanías en forma de bijouterí, bolsos, bufandas, adornos, pequeños instrumentos musicales como la ocarina (proveniente de Tucumán al igual que su artesano) con prendas gauchescas, gigantografías de lugares turísticos de la capital (La Boca, Caminito), libros y cd’s representativos de Argentina, algunos en ingles y algunas obras de arte, cuadros.
Todo te invita a conocer una cultura estereotipada y homogénea como la es el del “típico” argentino, gaucho y tanguero, mezclando historia con gustos de otras épocas, exportando a éste argentino inexistente en la actualidad. Como los antropólogos remarcan, nunca existió una cultura homogénea, ni ésta es sólo lo que vestimos y escuchamos, sino el significado que le otorgamos a nuestro mundo; utilizar el erróneo significado de cultura sirve para poder armarla como a quien más le guste y venderla, utilizarla con algún fin político u económico. Pero tampoco es todo blanco o negro, pues encontrándonos rodeados de artesanos nacionales, también encontramos nuestra verdadera cultura pululando por los rincones; tomar mates y ser “cancheros”, compradores, siguen siendo características nuestras. Por ejemplo una artesana vendiendo bijouterí señaló la doble cara de la feria, que si bien parece tan armónica por la tarde, por las mañanas se vuelve una batalla campal por ocupar los puestos, que sólo son reservados hasta las 10 am; todo ello dejando entrever la falla del Estado al no fiscalizar los puestos, el negocio sin protección de éste es muy común en nuestros días.
Tras largas conversaciones con varios artesanos, me detengo, analizo y expongo una en particular, que es de un artista, bien marca él la diferencia en nuestro diálogo. Tanto el hombre como su mujer exponen los cuadros de su creación, algunos pintados al óleo, otros modificados con fotoshop (a los cuales vende más baratos) y por último algunas fotos, la mayoría exaltando la ya menciona cultura de exportación. Mientras cuenta un poco su vida como artista callejero y la manera en que realiza y vende los cuadros, salta en su diálogo al corroborarme que el 98% de sus compradores son extranjeros, la comparación entre ésa cultura y la nuestra. Opiniones encontradas que varían entre la gran diferencia de capacidades adquisitivas, el valor del “recuerdo”, pues uno cuando viaja siempre lleva recuerdo y entre sus primeras opciones están las artesanías o cosas típicas de la región (en nuestro caso fotos de gente bailando tango, o cuadros de Caminito) y a su vez, quizás en esto coincidamos más que en las otras, el valor, la concepción cultural de otros lugares, el lugar que ocupa en sus vidas es definitivamente más prioritario que en la nuestra. Incluso tras rebatirle nuevamente el argumento del dinero, el hombre me responde certeramente, la gente que tiene la plata y todas sus necesidades satisfechas prefiere comprarse ropa de marca, o el último modelo de celular.
En fin, el brillo porteño se exhibe en éste lugar, de alguna u otra manera, y nos deja apreciar su lado artístico e imaginativo, otorgando una bienvenida cálida y amistosa para quien se presente. Y quién sabe, quizás podamos apreciar de ésta manera un poco nuestros origines, paisajes, modas, de ésta y otras épocas.
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